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Neutral
Thyell Ocaso Vil
Imagen de Thyell Ocaso Vil
Información del personaje
Servidor Colinas Pardas
Género Femenino
Raza Kaldorei
Edad Alrededor de 1800 años.
Clase Cazadora de Demonios
Alineamiento Caótico Neutral
Lugar de nacimiento Astranaar
Estado Viva


Trasfondo[]

Nacimiento y primeros años[]

Thyell nació y creció en un pequeña casa situada en Astranaar, a las orillas del lago. Su padre, Aerethos, era un pequeño comerciante amante de la pesca y de la caza; su madre, Fylleria, era una sacerdotisa de Elune que descendía de una familia altonata de poco nombre y casi insignificante, que fue apartada del poder muchos años antes de la caída de Aszhara. Ésta familia, los Ocaso Sombrío, no se consideraban así mismos altonatos pero, debido al pasado de su linaje, muchos de ellos tenían características físicas que los asemejaban a éstos, como pueden ser el pelo plateado o blanquecino y la piel clara o azulada.

Thyell fue la menor de los dos hijos que tendría Fylleria. Era intensa, osada e indómita, siempre buscando explorar los misterios del mundo que la rodeaba y ponía todo su empeño y corazón a la hora de realizar cualquier acción. Decidida y temperamental, en muchas ocasiones impaciente, solía ser un quebradero de cabeza para sus pobres padres. Además, era ágil y fuerte, y pronto comprendió que su destino estaba lejos de pertenecer a las sacerdotisas de la luna: Su objetivo era ser Centinela. En cuanto tuvo la edad necesaria, se alistó a las Centinelas y comenzó a entrenarse con ahínco y pasión.

El hijo mayor de Fylleria y Aerethos, se llamaba Sedoryl. Sedoryl tenía una personalidad totalmente opuesta a Thyell: Era calmado e introvertido, con poca facilidad para hacer amigos. Además, era taciturno y poco jovial, siempre pensativo. Sin embargo, los dos hermanos cuajaron a la perfección; El primogenito llevaba consigo a todos lados a su hermana pequeña y Thyell aprovechaba todos sus permisos para volver a Astranaar, donde pasaba la mayor parte del tiempo junto a Sedoryl. La sangre los unía, pero el vínculo que forjaron fue muchó más fuerte que eso. Sedoryl disfrutaba mucho componiendo canciones, con las que no tardó en convertirse en un aclamado bardo. Realizaba muchos viajes en busca de inspiración, pero si alguien le preguntaba por la verdadera inspiración de sus canciones, él contestaba que su hermana.

Guerra del Mar de Dunas[]

Un nuevo conflicto golpearía al pueblo kaldorei años después: La Guerra del Mar de Dunas. Tanto Fylleria como Thyell formaron parte de las filas que lucharon contra el ejército insectoide. Las batallas eran duras y crudentas y muchos amigos y familiares perdieron la vida. Thyell presenció la muerte de muchos compañeros y camaradas, elfos con los que había compartido innumerables momentos a lo largo de su vida. La peor de todas fue la muerte de Aenath.

Aenath era un elfo que rondaría en ese momento los 2500 años. Experto en el arte del subterfugio, era una de las cartas estrella que tenía guardada el ejército kaldorei para las situaciones complicadas. Si Aenath lo deseaba, era indetectable. Era capaz de pasar entre los enemigos con un sigilo y una precisión que dejaría en vergüenza a cualquier felino. Además, era rápido y letal, una sombra que apenas era perceptible antes de que la muerte se avalanzara.

Aenath

Aenath Filoplata

La consideración que tenía dentro de su pueblo, había vuelto a Aenath altivo y descarado. Le gustaba buscar conflictos con los que le rodeaban y no dejaba que nadie se le acercase. Ésto cambió cuando conoció a Thyell. En un primer momento, los carácteres de ámbos chocaron con intensidad. Anteriormente, ya habían realizado unas cuantas misiones juntos y, aunque ambos eran diestros luchadores y se coordinaban casi a la perfección, se palpitaba la tensión entre ambos. Este hecho cambió cuando, durante una misión, Aenath se confió, resultando gravemente herido. Fue Thyell quien acabó rescatándolo y sálvandole la vida. La decisión y la valentía de la joven elfa dejaron prendado al pícaro kaldorei y pronto demostró ser algo más que alguien soberbio e inaguantable.

Aenath necesitó de varios años de reposo antes de volver a estar listo para luchar y durante este tiempo, Thyell le visitó en varias ocasiones, apoyándolo y manteniendo junto a él entretenidas y alegres charlas. Finalmente, la centinela acabó correspondiendo al pícaro. Éste hecho, también les ayudó a mejorar durante las batallas: Cuando luchaban, lo hacían como uno, sincronizándose de un modo inusual. Eran un tandem brutal y mortífero, logrando sendas victorias en distintas batallas contra las hordas insectoides.

Sin embargo, el destino es caprichoso y cruel.

Casi al final de la contienda, los roles se cambiaron y fue Thyell quien cayó herida en esta ocasión. Durante una emboscada, una herida la hizo perder mucha sangre y casi no podía moverse. El resto del grupo había fallecido y sólo Aenath se mantenía firme, rechazando una y otra vez a los atacantes mientras procuraba mantener a salvo a Thyell. El kaldorei estaba exhausto y, cuando parecía que habían conseguido sobrevivir, un último enémigo se lanzó contra la moribunda Thyell. Aenath, quien tenía los reflejos de un guepardo, protegió con su cuerpo la embestida mortal del enemigo mientras lo decapitaba. El pícaro tuvo que sacrificar su vida para salvar la de la kaldorei. Thyell fue rescatada por un grupo de exploración unas horas después y, cuando se enteró de lo sucedido, algo en sus interior se rompió y le fue imposible volver a medirse en combate en aquella contienda.

La guerra acabó y Thyell solicitó dejar temporalmente las Centinelas para regresar a Astranaar junto a su familia.

Años posteriores[]

Edrieth

La joven Elyreath

Tras la muerte de Aenath, la culpabilidad hizo que se refugiase en sí misma y su actitud se volvió sombría y arisca.

Poco después de acabar la guerra, Sedoryl adoptó a una pequeña kaldorei que se había quedado huerfana. La pequeña aún era una infante, pero durante la ausencia de sus padres había hecho buenas migas con el elfo, y cuando se enteró de la muerte de éstos, Sedoryl no dudó en acogerla.

La joven se llamaba Elyreath, aunque todos la llamaban Ely. Era vivaz y dicharachera, jovial y siempre sonriente. Ella y Sedoryl fueron la luz que sacaron a Thyell de la oscuridad en la que estaba sumergida. Jamás olvidaría la muerte de Aenath, y la culpabilidad nunca cesaría del todo, pero su carácter mejoró mucho y acabó pidiendo volver a las Centinelas, donde pasaría los siguientes siglos.

La Tercera Guerra[]

El pueblo kaldorei pasó muchos años de tranquilidad y prosperidad hasta que un antiguo enémigo volvío para sacudir con dureza sus vidas: La Legión Ardiente.

Kalimdor al completó se vió envuelta en la invasión y, junto a unos nuevos aliados procedientes de los Reinos del Este, lucharon hasta finalizar la guerra en la Batalla del Monte Hyjal.

Thyell luchó en varios frentes durante toda la contienda. La experiencia obtenida durante la Guerra del Mar de Dunas la habían vuelto aún más fiera y decidida, y las masacres que provocaban los demonios no hacían más que aumentar su convicción. Sin embargo, un pequeño temor fue creciendo poco a poco en su interior. Tenía la sensación creciente de que algo malo iba a ocurrir y el recuerdo de la muerte de Aenath reforzaban ese sentimiento. Sabía de qué eran capaces los demonios y temía cada vez más que algo malo les ocurriese a sus seres queridos. Habían recibido noticias desde todos los lugares de Kalimdor: Desolación, destrucción, muerte. Algunos reportes eran falsos o exagerados, otros reales y crudentos. Debido al desorden y a la distancia, la única forma de comprobar si algo era completamente verídico, era observarlo en persona.

Debido a ello, en cuanto Archimonde y sus secuaces fueron derrotados, montó en un hipógrifo sin dilación y partió hacia su hogar. Y, en esta ocasión, el destino volvió a ser cruel.

Sedoryl

Sedoryl Ocaso Sombrío

Astranaar había sufrido el asedio de los demonios y muchos kaldorei perdieron la vida. Thyell perdió a todos. Fylleria, Aerethos, Sedoryl y la pequeña Elyreath. Sus padres y su hermano fueron brutalmente asesinados; su sobrina, que había participado como druida en la Tercera Guerra, desapareció sin dejar rastro.

Si la muerte de Aenath fue un golpe brutal, la pérdida de todos sus seres queridos terminó por romper el alma de Thyell. Lloró, gritó, golpeó, sollozó... Todo era en vano. Su mundo se había puesto patas arriba en un abrir y cerrar de ojos y, de nuevo, no había sido capaz de evitarlo. Todo su entrenamiento, todo su esfuerzo... Inservibles. No tenía el suficiente poder para proteger a nadie.

Las semanas pasaban y Thyell era incapaz de reponerse. Hasta que escuchó un rumor, un susurro vacío... Illidan Tempestira, el Traidor, el hermano del Shan'do Malfurion, estaba buscando elfos a los que proporcionar un poder más allá de la comprensión, un poder con el que combatir a los demonios. Habían ganado una batalla contra la Legión, pero no la guerra... y no tardarían en volver.

Thyell se agarró a aquel clavo ardiendo que sostenía su cordura y partió al encuentro del elfo renegado.

El Templo Oscuro y el Ritual[]

Para sorpresa de Thyell, ella no era la única que había acudido a la llamada del Traidor. Había elfos de la noche, sí, pero también elfos de sangre. Todos con un propósito común: Acabar con la Legión Ardiente.

Thyell fue asignada a un supervisor y no tardaron en comenzar los entrenamientos. La preparación era brutal: Los entrenamientos eran aún más duros que aquellos a los que se sometía junto a las Centinelas y algunos iniciados incluso perdieron la vida. Les enseñaron a luchar con gujas de guerra y a no depender de la vista para pelear. El entrenamiento dejaba a Thyell exhausta, pero su determinación jamás flaqueaba. Y cuando su instructor lo consideró necesario, fue sometida al Ritual.

Darktemple

El Templo Oscuro

El Ritual era un temá tabú y secreto, nadie tenía permitido comentarlo antes de ser sometido a él. Ningún recluta tenía claro en que consistía y sólo rumores se escuchaban acerca de los que les pasaba a los que lo realizaban. Thyell no dudó cuando le indicaron que era su turno.

Thyell se posicionó dentro de un circulo formado por runas y su instructor murmuró unas palabras en lengua demoníaca. El tiempo pareció detenerse y, finalmente, un demonió apareció frente a la elfa.

Era una sayaad, una súcubo de nombre Relhaia. La demonio se rió en cuanto vió a Thyell y, sin previó aviso, lanzó un latigazo contra la kaldorei... pero Thyell no retrocedió. Luchó con furia y determinación, con rabia y con sed de sangre. Relhaia era un rival formidable, pero la antigua centinela acabó clavando sus gujas en el abdomen del demonio.

Sin descanso y sin celebraciones, el instructor ordenó a la elfa que se comiese el corazón del demonio y que se bebiese su sangre. El corazón aún estaba palpitante y con cada mordisco las ganas de vomitar se hacían cada vez más fuertes. Además, notaba como si cada trozo que tragaba se expandiera, casi como si intentara ahogarla. La sangre no fue mejor: era como beber ácido, notaba como le quemaba mientras le bajaba por la garganta y el exófago. Las lagrimas le brotaban incontrolables de los ojos y gritó de dolor, tanto y tan fuerte que le dolía la garganta. Hasta que, de repente, unas visiones inundaron su mente.

El poderío de los ejércitos de la Legión Ardiente se mostró ante ella, los mundos que habían sometido, las razas que habían asesinado y arrasado, aquellas que habían sido esclavizados y convertidas en demonios... y vió a su familia, asesinada y mutilada por los demonios. Las visiones se repetían una y otra vez, con cada vez más fuerza. La cabeza le iba a explotar y gritó y sollozó mientras pedía y suplicaba que se detuvieran... hasta que, en un intento desesperado, se arrancó los ojos. Thyell colapsó y cayó inconsciente.

Cuando despertó, jamás volvería a ser la misma. La bautizaron Thyell Ocaso Vil.

Nathreza, Marduum y la Cámara de las Celadoras.[]

Thyell estuvo varios días inconsciente antes de poder despertarse. Su cuerpo había ido mutando progresivamente y notaba al demonio que se encontraba en su interior: Escuchaba sus susurros intentando manipularla, pero Thyell ya había sido advertida de que el demonio siempre intentaría destruirla para poder liberarse.

Poco después, los illidari se pusieron a prueba. Junto a su líder, Illidan Tempestira, atacaron el planeta natal de los Nath'rezim, donde completaron su objetivo. El entrenamiento al que habían sido sometidos empezaba a visualizarse y todo lo sacrificado parecía empezar a tener sentido. Los demonios empezaban a temer a sus cazadores.

Tiempo después, cuando los ejércitos de la Alianza y de la Horda llegaron a Terrallende, el Templo Oscuro se vió asediado. El Traidor envió a sus cazadores de demonios a Marduum, con el objetivo de conseguir la piedra angular sargerita, mientras él se hacía cargo de la situación en su fortaleza.

Thyell luchó con rabia y sed de venganza. Los demonios caían uno tras otro frente a los poderosos illidari. Un demonio llamó la atención de la elfa: Era un Señor del Terror de nombre Galrevath. El demonio portaba un par de gujas de guerras que lo hacían un rival formidable. Un par de cazadores de demonios intentaron acabar con su vida, pero fue Thyell quien le hizo frente y acabó degollando al demonio. Como recompensa por su hazaña, se hizo con el control de las gujas. Se llamaban Izrasse y Xegiveth.

Los cazadores de demonios lograron su objetivo y se dispusieron a volver al Templo Oscuro para reunirse con el Maestro pero, para su sorpresa, Illidan había caído y las celadoras capturaron a los illidari restantes y los confinaron en la Cámara de las Celadoras.

Pasaron años antes de que los Cazadores de Demonios fueran liberados, y fueron las propias Celadoras quienes los soltaron. La Legión había vuelto y estaban atacando la Cámara. Thyell despertó y buscó sus gujas. No las encontró, pero no tardó en buscar otras armas que le pudieran servir. Con un grito de júbilo y de rabia, se avalanzó contra sus enemigos y fue acabando con todos los que le salían al paso.

En construcción.

Apariencia física[]

Thyell Joven

Thyell antes del Ritual

Antes del ritual, Thyell era una elfa que medía 2,04 metros, de complexión atética y con los músculos del abdomen marcados debido a los años de riguroso entrenamiento a los que había sido sometida en las Centinelas. De piel clara y azulada, tenía el pelo plateado, suelto y hasta la altura de los hombros. Tatuajes de color morado decoran su rostro. Solía ser alguien alegre, por lo que no era raro verla con una sonrisa en los labios. Tiene varias cicatrices a lo largo del cuerpo, debido a las múltiples escaramuzas en las que ha participado; aunque hay dos que destacan por encima del resto: Una de ellas la luce en el abdomen izquierdo, larga y ancha. La segunda, en el brazo derecho, fina, que le recorre el antebrazo.

Tras el ritual, su cuerpo cambió radicalmente. Dos poderesos cuernos brotaron de su cabeza, largos y curvados. Había perdido los ojos, y se tapaba esa zona con una venda. Sus labios se oscurecieron y le salieron pequeños pinchos en la frente, los pómulos y otras zonas a lo largo del cuerpo. También le brotaron escamas, sobretodo en partes como los hombros, el abdomen, el cuello, las orejas y los muslos. Las uñas se le habían afilado y ennegrecido, e incluso sus colmillos se habían desarrollado ligeramente. Sus brazos están adornados con tatuajes de brillo morado que se le realizaron de forma posterior al ritual para ayudarla a canalizar hechizos y contener al demonio interior.

Siempre va armada con sus dos gujas de guerra, Izrasse y Xegiveth.

En la muñeca izquierda se puede observar una pulsera artesanal, la cual le regaló e hizo personalmente Ely.

Personalidad[]

Thyell creció siendo una persona atrevida y valiente, con temperamento, sociable y decidida. Buscaba siempre aventuras y retos nuevos que la pudieran poner a prueba. Era apasionada y no tituteaba a la hora de dejarse la piel para lograr sus objetivos. La muerte de Aenath la sumió en breve periodo depresivo y la culpa que sentía por su muerte nunca acabó por esfumarse. Acabó volviendo a su antiguo ser, pero vivía con cierto miedo a perder al resto de sus seres queridos, en ocasiones sobreprotegiéndolos.

Años después, la muerte de sus padres y su hermano a manos de la Legión Ardiente y la desaparición de su sobrina, terminaron por hacer caer a Thyell en una espiral de venganza. Ya no pensaba en otra cosa que en hacer pagar a los demonios todo su sufrimiento. El Ritual al que fue sometida trastocó definitivamente su personalidad: Se volvío brutal y despiadada. El demonio que había absorvido la había alterado de tal forma que parecía disfrutar y gozar con el sufrimiento que ella causaba. Ha conseguido la habilidad de convertir el dolor en poder, sobretodo cuando se trata del dolor que ella misma genera. Tiene un objetivo en mente, y está dispuesta a lo que sea por conseguirlo.

Sonreía, sí, pero no eran sonrisas de felicidad. Eran socarronas y tenía un sentido del humor macabro, retorcido y, en ocasiones, cruel. Ha perdido filtros a la hora de comportarse y no duda en decir lo que piensa cuando lo considera necesario. Sigue siendo temperamental y apasionada, pero ahora no duda en llevarse lo que tenga delante para saciar su venganza y sed interior.

La paciencia nunca fue una virtud suya, y ahora menos que nunca. A la mínima, no dudará en usar sus gujas contra quien estime necesario.

Pese a todo, jamás ha dejado de sentirse culpable. No fue capaz de salvar a su amado, y tampoco salvó a su familia. Esos pensamientos la siguen siempre y refuerzan su determinación y convicción.

Demonio interior: Relhaia[]

Sayaad1

Relhaia

Relhaia es una sayaad maravillosamente hermosa, de cuerpo voluptuoso y cubierto con una faja ajustada de cuero. A su espalda posee unas largas alas como de murciélago. Como todos los demonios, disfruta trayendo la muerte y la miseria a las razas mortales, divirtiéndose con ellos antes de acabar con sus vidas.

Poco después de realizar el Ritual, Relhaia disputaba con Thyell el control interior. Con el tiempo y con cierta práctica, la elfa es capaz de tener controlada a la súcubo casi todo el tiempo. Sin embargo, ésta está a la espera de la menor oportunidad para reberlarse y tomar el control.

Habilidades[]

Desde joven demostró unas habilidades innatas para el combate. Cuando era centinela, usaba dos espadas cortas, una en cada mano. Como muchos de su raza, es una gran cazadora y una hábil tiradora de arco. Cuando se unió a las filas de los aspirantes a cazadores de demonios, fue entrenada en el uso de las gujas de guerra, convirtiéndose éstas en sus armas predilectas.

Como casi todos los cazadores de demonios, es extremadamente ágil y veloz. Sus sentidos están perfeccionados, siendo casi imposible pillarla desprevenida. A eso hay que añadirle la sutileza propia de su raza. Además, tanto con las centinelas como con los cazadores de demonios, ha sido entrenada en el combate cuerpo a cuerpo sin armas.

Desde que realizó el Ritual, ha empezado a desarrollar formas de combate en las que se aprovecha de las fintas y busca flanquear al oponente con el objetivo de atacarlo por la espalda. Esto puede que se deba a que su demonio interior es una sayaad, expertas en entrar y salir de combate, atacando a su oponente cuando menos se lo esperan. Además, también tiene la capacidad de convertir el dolor que causa en poder.

Gracias a su visión espectral, es capaz de localizar demonios aún cuando estos están ocultos o disfrazados. Tras el ritual, también es capaz de canalizar ciertos hechizos que requieren de energía vil.

Desde joven, jugaba en el lago cercano a Astranaar, conviertiéndose así en una gran nadadora.

Es capaz de hablar tanto en Darnassiano como en la Lengua Común. También conoce a grandes rasgos el lenguaje demoníaco.

Familiares y allegados[]

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