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Escrito por Gareus Tuercaplata:

Aviso: Este es un relato sobre lo que ocurriría en el parche 4.3 si Murozond logra sus planes. Es plenamente subjetivo, y tan solo narra lo que podría ocurrir. Antes de decir: Oye, que eso es metagame, o cosas así, sabed que esto es en la línea temporal de la mazmorra del Fin de los Tiempos, no en la que jugamos actualmente.

Día séptimo del onceavo mes del año 36.
Después de la Apertura del Portal Oscuro.
Me ha costado encontrar papeles para testimoniar la caída de mi ciudad, Dalaran. No sé cómo ha podido ocurrir, pues estábamos apaciblemente allí, y de pronto, la ciudad cayó contra el Bosque del Canto de Cristal. Al parecer, los magos que mantenían activo el cristal de levitación estaban muertos. Los minaretes de la ciudad de Dalaran, al caer la ciudad al suelo tan violentamente, se partieron y aplastaron gran parte de la ciudad.

(Sangre impregna el papiro, ésta se mezcla con sudor y lágrimas.)

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La caída de Dalaran ha sido inexplicable. El Consejo de los Seis está desesperado, así cómo todos los magos. Hoy hemos realizado una reunión de máxima emergencia. Miles de magos y ciudadanos han fenecido en la catástrofe. El Kirin Tor está desesperado, y los supervivientes no-magos reclaman explicaciones. No sé que va a ocurrir. Algo malvado impregna el aire.

Día octavo del onceavo mes del año 36.
Después de la Apertura del Portal Oscuro.

Hoy, una gran sombra ha cruzado el aire con mucha celeridad, lanzando llamas flamígeras contra el suelo. Han muerto más personas, y gran parte del bosque ha ardido. Vordrassil son ahora cenizas. Me he salvado de suerte, estaba en la Sala de Reuniones improvisada de la derruida Torre Violeta, con el Kirin Tor. La sombra, no la pude identificar, pero, creo que era un dragón negro, o...del Vuelo Infinito. Nadie sabe nada, y la ciudad ha pasado al estado de máxima alerta.
Las quemaduras se han llevado al Archimago Veradys, al Maestro Milton, al Conjurador Felion, y a Meravdril Fuegosangre. Corre el rumor de que ha muerto uno de los Seis. No quiero creérmelo.

(El papel está repleto de manchas, como sangre.)

Día noveno del onceavo mes del año 36.
Después de la Apertura del Portal Oscuro.

Me han mandado a mí y a un par de conjuradores supervivientes a investigar fuera de la Ciudad de Dalaran. Rasganorte parece arder en varias partes. Hemos ido hacia el Cementerio de Dragones. Cadáveres de dragones, recientes, adornaban el albo suelo, y su sangre formaba ríos y cascadas hasta los Santuarios de los Vuelos. Pero, eso no ha sido lo peor. Hemos visto, en la lejanía, el Templo del Reposo del Dragon, casi en ruinas pero aún en pie, gracias a Norgannon. Sin embargo, una gran figura descansa aún desde él.
Alamuerte el Destructor, tumbado en el Templo, chorreando lava se halla su cadáver.
No quiero saber que habrá ocurrido con el Venerable Kalecgos, ni con los demás Aspectos.
Solo tengo una palabra para describir esto: terrorífico.

(El papel termina aquí. En la esquina inferior, se puede ver un número uno plasmado en tinta negra. Está claro que esto solo es la primera página. Una G, una T, otra T, y una M, pucramente escritas se hallan en la esquina superior del improvisado texto)

Día décimo del onceavo mes del año 36.
Después de la Apertura del Portal Oscuro.

He informado al Archimago Rhonin de todo esto. Se ha mostrado aterrorizado. Los supervivientes hemos logrado levantar una cúpula de protección en torno a la ciudad de Dalaran, como medida preventiva. Quizás pueda contener al Enemigo, si se presenta. No podrá salir nadie de la Ciudad hasta nueva orden. Así lo ha dicho el Concilio de los Seis, y así se hará...

Día onceavo del onceavo mes del año 36.
Después de la Apertura del Portal Oscuro.

Unas fallas temporales se han abierto en las calles de la ciudad, y de allí han salido los seres que me temía: dragones del Vuelo Infinito. Han matado a mucha gente. Sus vidas se han evaporado como un suspiro de la vida de un trol. Unos haces envuelven a la persona, y ésta envejece prematuramente. Eran poco menos que quince dragonantes, y nos han destrozado. Cada vez somos menos magos, y han llegado supervivientes de la Corona de Hielo, y de diversas partes de Rasganorte. También han llegado varios dragones de diferentes Vuelos. Tres dragones del Vuelo Azul, dos del Verde, cuatro del Rojo, uno del Bronce y... ninguno del Negro.
Dalaran, al parecer, es el último bastión de Rasganorte. Las puertas de la Ciudadela de la Corona de Hielo se mantienen cerradas, y los grifos que hemos mandado allí, no han vuelto.

(Manchas de tinta)

Día doceavo del onceavo mes del año 36.
Después de la Apertura del Portal Oscuro.

No sabemos nada sobre el resto de Azeroth. Quizás Ventormenta ya no exista, que Forjaz se halla hundido y que Gnomeregan desaparezca, junto con las demás capitales. Las tormentas de nieve se han incrementado muchísimo. Quizás, las demás razas del mundo hallan fallecido, bajo un ser poderoso. Qué los Titanes nos guarden.

Las tierras se han vuelto negras. Ni el más leve atisbo de color en Rasganorte. Más dragonantes han aparecido en la ciudad de Dalaran. Hemos recibido noticias del resto de Azeroth. Al parecer, cincuenta héroes, hará un mes, marcharon contra Alamuerte. 25 héroes de la Horda, y 25 héroes de la Alianza. Fenecieron en el intento, y Alamuerte se precipitó contra el Templo.
Una sombra oscura y blanca, ha cruzado el cielo hoy.

No sabemos que ocurrirá. Los relojes ya no funcionan.

Treceavo día del onceavo mes del año 36.
Después de la Apertura del Portal Oscuro.
Me queda poca tinta. La comida creada mediante medios mágicos me es insípida, y no me alimenta en absoluto, pues al llegar al estómago, desaparece. El cielo se ha tornado de color oscuro y ámbar, repleto de nubes negras que auguran, quizás, el fin de los tiempos.
Cada vez, la sombra se cierne sobre la ciudad de Dalaran. Sus flores se marchitan, su hierba ha caído mustia en el suelo. En ocasiones, si mis ojos logran atravesar las poderosas defensas arcanas, se pueden ver sombras negras y blancas, y de ojos tan albos como la nieve que caía en Rasganorte no hace mucho.
Los conjuros que utilizamos los magos están sumamente menguados en poder. Muchos lo atribuimos al desgaste de las Líneas-Ley. Mi recopilación de Líneas-Ley no ha valido para nada, y ahora, parece que Dalaran muera, y es algo que no podemos evitar, por muchos esfuerzos que pongamos en ello. Quizás, nos haya tocado vivir en los últimos días de Azeroth. Ojalá los Titanes nos ayuden, o nos veremos en el Titangarde.

No ha pasado ningún día, ni ninguna noche. El cielo se halla pausado en un estado perpetuo de nubes negras y cielos grises. Ni una sola estrella perla el cielo en un manto de color azul oscuro y amarillo pálido, como hace apenas unos meses. Hoy, ha llegado un mensajero de Ventormenta. Al parecer, la ciudad está en el mismo penoso estado que Dalaran, y también se atisban sombras negras en el antaño inmaculado bosque de Elwynn. La Alianza está en estado de emergencia, y las puertas de Forjaz se han cerrado. Los gnomos de Gnomeregan, se han refugiado con sus primos enanos en la capital, y Dun'Morogh, está vacía.
La torre que antes era el máximo bastión del Martillo Crepuscular brilla con fuerza, tornando el cielo de color violeta profano, en no tenemos noticias de Grim'Batol, pero los Renegados, parecen no estar afectados por el enemigo de alas negras. Tengo la teoría, de que los poderes de matar a alguien con el tiempo acelerado no funcionan con ellos, pues están muertos y el paso del tiempo no les afecta. La eterna gloria de Quel'Thalas, se ha marchitado junto sus árboles prístinos dorados, y los sin'dorei se han refugiado en su capital. Según el mensajero, fue muy complicado alcanzar Rasganorte, pues potentes tormentas iluminan el cielo del mar, y un embravecido viento hace que los marineros se esfuercen lo máximo posible en mantener su navío a flote. También han llegado noticias del Nexo, al parecer tras el asalto de hace meses de los Crepusculares, los dragones recuperaron su fortaleza azul, gracias al Titán de lo Arcano.

(Borrones, manchas de tinta y demás.)

También, los tentáculos oscuros del Cementerio de Dragones se hallan muertos en el suelo, entrelazándose con los huesos y cuerpos inertes de los dragones caídos en la batalla contra Alamuerte. Algunos ya auguran que Azeroth está perdido, y explosionará en cualquier momento.
Las hojas de los árboles ya se han marchitado. El rocío de la mañana se ha evaporado sin sufrir calor alguno, y, ningún relojero de Dalaran ha logrado reparar los medidores de tiempo, los cuáles se han detenido. El tic tac habitual de los relojes se ha evaporado, y, intentado mover las agujas, me he cortado, pues estaban firmemente sujetas en su sitio.

Ya nada volverá a ser igual.

(Un papel aún con arena encima, para secar la tinta, está colocado en orden aleatorio en un escritorio destrozado de la Torre Violeta. La sala, antaño repleta de tapices, libros y estantes, ahora está en un penoso estado. Los libros están amontonados en la pared, y arden en un fuego que no hace el menor ruido. Los tapices de los Archimagos de Dalaran están llenos de rasguños, y parecen haber sido rotos por feroces garras. Cenizas se extienden por el suelo, y la sangre acompaña la sala.)

Día catorceavo del año 36, según mi propia cuenta de minutos.

Las provisiones de comida se agotan cada vez más. La comida mágica que creamos ya no sustenta a nadie, por desgracia. En la taberna, estaban repartiendo alimentos para la población. Allí, he conocido a un caballero de la Cruzada Argenta llamado Oswal Tyrforge, nacido en la Vega del Amparo, y me ha contado, que durante la noche oscuros seres se avalanzaron contra los Caballeros de la Cruzada Argenta que se hallaban en un improvisado campamento, los cuáles viajaban a sus hogares, Orgrimmar y Ventormenta. Éstos, acabaron con más de diez cruzados argentas, tan solo siendo tres.

Sobrevivieron, según Oswal, un pequeño gnomo llamado Albus Tuercapura, Vel'akhur, un draenei devoto de la Luz Sagrada y él. Acabaron los tres con los dragonantes de color negro, cortando sus cabezas, y Albus Tuercapura, logró cerrar los portales antes de que más seres aparecieran en el lugar para acabar con ellos. El gnomo, falleció durante el viaje, y el draenei desapareció en mitad de la noche, quedando sol y abandonado Oswal. Me ha contado terribles nuevas del norte: la Vanguardia Argenta, el conjunto de tiendas de campaña y demás vigilados por la cruzada, tan solo es un amasijo de palos ennegrecidos por un fuego de color negro y amarillo. Respecto a los Campos del Torneo Argenta, no se sabe nada. Me han llegado noticias de que la Vega del Amparo aún sigue protegiendo a refugiados del norte, pues los dragonantes negros y los Renegados, inmunes a su maldición, acaban con ellos vilmente. Muchos paladines de Lordaeron se hallan allí, y varias órdenes que luchan por la paz de Azeroth defienden la ciudad con espadas brillantes.

También han llegado noticias de Hibergarde, donde apenas había guarnición para contener a los ignotos que salieron del suelo, junto a tentáculos, los cuáles destruyeron muy aceleradamente a los defensores de la Alianza del lugar. Un poderoso servidor de los siniestros Antiguos Dioses emergió en la explanada donde están las ruinas de la oscura Naxxramas. Un chamán del Anillo de la Tierra que estaba allí, aseguraba que era similar a Iso'rath, el ser de las Tierras Altas Crepusculares. La sombra se cierne ahora sobre el norte, al parecer. De Valgarde y todos esos sitios, no sabemos nada. Esperamos y oramos a Norgannon para que su destino no se asemeje al de los caídos defensores de Hibergarde.


(El relato termina ahí. Al parecer, por los borrones de tinta, algo ocurrió e hizo a su escritor marcharse inesperadamente.)

...

(Si giras la hoja, podrás ver varias anotaciones, y otro suceso de lo ocurrido.)

El Archimago Rhonin ha citado a todos los ciudadanos de Dalaran, y a los refugiados. La ciudad se mantiene hundida en el suelo del bosque del Canto de Cristal, y los magos del Kirin Tor aún no han podido reflotar la ciudad sobre el cielo. El Archimago, básicamente, ha formado grupos de exploración por todo el continente. Tras un florido discurso sobre la defensa de Azeroth, nos ha mandado a las cuadras a por las monturas. Somos unos seis grupos, formados por muchas razas de la Horda y la Alianza. Han de ocurrir catástrofes para que el mundo se ponga de acuerdo en algo, por desgracia.

(Un par de lágrimas y manchas están en esta parte de la hoja.)

Respecto a los muertos, mi antiguo maestro, y arcanista excepcional, Alec, ha fallecido esta mañana, por una infección de un cristal vil que estaba investigando cuándo Dalaran se precipitó contra el suelo. Dicho cristal se le ha clavado en el corazón. También han muerto el Arcanista Iruvor, un elfo de sangre llamado Melvarion, del cuál no sabíamos demasiado, y un dragón llamado Arnaldygos ha muerto de pronto, desplomándose en el suelo, sin más.


Esta vez, me toca viajar a Zul'Drak, junto con Oswal, que empieza a caerme bien, una orco llamado Gloria, y un tauren Cruzado Argenta llamado Pezuña de Luz, el cuál es un druida solar de esos tan "populares". Los grifos, al parecer, sufren un gran cansancio, y hemos montado en unos caballos con las herraduras encantadas para ser más céleres. Me llevaré unas dos o tres páginas para escribir todo lo que vea. En breves partimos.

Día quinceavo del año 36, según mi propia cuenta de minutos.

Hemos partido al fin. Oswal y la orco siempre están peleándose, y el tauren, apenas habla, y si lo hace, es para dirimir algo en una tertulia sobre el honor de los interlocutores. Llegando a Zul'Drak, hemos atravesado el Bosque Canto de Cristal, el cuál ha perdido mucho color, y sus ancestros yacen en el suelo, testigos de un futuro incierto...

Tengo miedo. Sombras oscuras acechan desde la oscuridad mientras avanzamos por el bosque, y los demás parecen compartir mi opinión de que son la Plaga o algún que otro mal.v
No ha ocurrido mucho más. Oswal, y la orco, han empezado a gritarse, y han entablado un combate para dirimir quién es el más honorable. Pezuña de Luz y yo los hemos separado antes de que uno de los dos cayera bajo la espada del otro.

Ha pasado un día, y se nos ha presentado un hombre que se hacía llamar Sorián, con un impecable atavio de inquisidor de la Cruzada Argenta. Sorián tenía una cicatriz que caía de un ojo hasta la barbilla, lo que le otorgaba cierta aura de imponencia. Sorián, al parecer, es un devoto de la Luz Sagrada, y lo han mandado de Dalaran para que nos sane en los combates con los artes de Luz.

Tras la aparición del cruzado humano, el cuál me cae bien, ha venido una de esas sombras oscuras. Tenía forma de dragonante, y entre todos la hemos logrado destruir, no sin sufrir heridas. Sorián ha sido herido, pero bajo el juramento de: Tan sólo es una herida superficial, se ha puesto de pie, y nos ha seguido escrutando el camino con sus ojos de águila.

Al fin, hemos llegado a Zul'drak, y el campamento de la Espada de Ébano se ha desvanecido en la nada. Las antaño ciudadelas de la vil Plaga están tiradas como juguetes en el suelo, y el cadáver de Thyrm, un engendro, está tumbado en el suelo con un agujero muy agorero en el corazón.

Se me acaba la tinta. Mañana escribiré más...

(Esta página del diario, está parcialmente quemada. Si no se trata con sumo cuidado, la podrías romper...)

Llevamos un par de días en Zul'Drak. Los trols se refugian en sus cuevas, mientras se aprestan a defenderse del mundo exterior, y al parecer, tras toda esta cadena de catástrofes, habrán decidido no matar a sus ancestros protectores con tanta rapidez vanamente. Los escasos Cruzados Argentas que habían antes de la Catástrofe, han desaparecido, y los antiguos campamentos de los caballeros de estandartes blancos y dorados, se han desvanecido como la niebla que corona los altos picos de las montañas que se alzan impéterritas pese a los sucesos acaecidos en Azeroth. En ocasiones, escuchamos y sentimos terremos en el fuego, pero no podemos hacer nada para evitarlo.

Sorián, está todo el día buscando a seres de la Plaga o enemigos en sí a los que ensartar con su espada, siempre afilada. Es un buen inquisidor, no lo niego, pero quizás sea un poco extrtemista. Pezuña de Luz, sigue tan callado como siempre, y no dice apenas lo necesario para sustentarse, acompañados de un por favor o un gracias en una lengua común que suena como si a un gigante de la tormenta nos estuviera atacando. Respecto a Gloria, pasa el día suspirando, probablemente por un amor perdido, y Oswal ya la ha reprendido varias veces, diciéndole que se deje de estupideces de amoríos y venga al mundo real. Cada vez, se estrecha más la tensión entre los Cruzados, y yo no puedo hacer nada...

Esta mañana, alguien me ha susurrado que le siguiera. Era una bellísima gnoma con el cabello violeta chicle, un vestido blanco claro, y un velo que tapaba su rostro, en el que habían dos ojos violetas. Llevado por su embriagador perfume la he seguido, y justo cuándo se gira para verme, se ha transformado en un maldito ignoto feucho de esos. Todo eso, cada mañana, y tras la pesadilla, despierto sudando.

(Una marca indica que ha pasado un día)

Oswal no para de repetir que todo esto es una trampa, y que vamos hacia la muerte segura. Su tez, es mucho más pálida si cabe, y hoy, él y el tauren han partido de expedición para la capital trol, mientras nosotros tres, Sorián, Gloria y yo, nos hemos quedado en un improvisado campamento.
Estamos bajo una antigua torre de vigilancia trol, y hemos logrado encender un rústico fuego pese a la humedad. Gloria nos ha contado que estuvo enamorada de un humano o algo así, y Sorián, simplemente se dedicaba a asentir, mientras andaba absorto en sus pensamientos que probablemente vayan hacia el sentido de purgar.
Ha pasado un día, y Pezuña de Luz y Oswal aún no han vuelto, así que hemos decidido investigar. Tras atravesar los campos de Zul'Drak, aguados y con ruinas a montón, hemos llegado hasta una clase de claro en el suelo. Y allí estaban, los dos.

Muertos.

(El Fin ha llegado... no resistirán... pobres mortales...)

Ha pasado... un mes... Dalaran está destruida, ya no hay nadie pasando por sus calles. Tan solo, un eco de perdición recorre los barrios destruidos y quebrados. En ocasiones, vemos espectros de un tiempo pasado, pero su oscuridad es gigantesca.

Hemos pasado por Dalaran, y hemos llegado al Cementerio de Dragones, dónde la nieve se ha vuelto de color negro, y los esqueletos de los dragones se han multiplicado... de pronto, algo nos envuelve...

Solo veo oscuridad...

El Archimago Gareus Tuercaplata, Sorián y Gloria, murieron en ese mismo instante, mientras una sombra se precipitaba sobre ellos.

"No queda esperanza" dijo Nozdormu, oscuro, negro. Imperecedero.

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