Arnold Callaghan
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Información del personaje | |
Servidor | Los Errantes |
Apodo | Arend |
Género | Masculino |
Raza | Huargen |
Edad | 22 |
Clase | Cazador |
Alineamiento | Caótico bueno |
Ocupación | Inquisidor |
Lugar de nacimiento | Ciudad de Gilneas |
Residencia | Villadorada |
Afiliación | Reino de Gilneas, Alianza |
Estado | Vivo |
Trasfondo[]
El joven Arnold se crió bajo una nación aislada del mundo exterior. Los muros rodeaban el paisaje lluvioso, lleno de coníferas de hojas oscuras. "¿Por qué estamos encerrados?" Se preguntaba cada día. Pero al final, uno terminaba por acostumbrarse; los días de lluvia eran tan normales como la pobreza en Páramos de Poniente. Su familia materna provenía de una larga tradición de marroquineros, pero apenas tenía contacto su padre, Liam Murphy. Arnold, con el tiempo, llegó incluso a olvidar el rostro de su padre. Liam trabajaba como ayudante de cocina en la corte Real. Su posición social era una verdadera frustración para él. No era baja. Más alta incluso que la de un humilde mercader. Pero Liam siempre había sido el saco de boxeo. Quería más. Y más. La locura se apoderó del padre de Arnold, quién empezó a pagar sus frustraciones con su esposa.
A raíz de ésto, la madre de Arnold, Sarah, empezó a salir a escondidas con un humilde noble llamado Lancelot Callaghan, que visitaba frecuentemente el negocio familiar. Cuando Liam llegaba al hogar, Sarah sonreía. A Liam le molestaba que Sarah sonriese. La ira de Liam no había hecho nada más que empezar.
Los niños corrían por las calles, era una mañana como cualquier otra. Arnold se despertó en un carruaje. Su mirada era confusa, y sus sentidos no le respondían. Al alzar la vista, vio un pequeño charco de sangre. Se despertó entre los brazos de su madre, bajo la atenta mirada de Lancelot y sus abuelos maternos. Arnold no dejaba de tambalear la cabeza hacia los lados. Todo el mundo le apuntaba con los ojos. Sarah empezó a llorar, pero no eran lágrimas de tristeza. El rostro de su madre emanaba un llanto de alegría. Lancelot también lloró del mismo modo. Durante ese último año, Arnold había pasado más tiempo con Lancelot que en 5 años de vida junto a Liam. Arnold empezó a tocarse el rostro. Un río de sangre provenía de su ceja. Cuando se dio cuenta, Arnold solo podía ver por su ojo derecho. Tanto Sarah como Lancelot vivían dentro de la ciudad; el viaje hasta la Catedral apenas ocurrió en un parpadeo.
"¿Qué ha pasado?" "¿Por qué estoy en mitad de la Catedral sangrando? Hoy debería estar en la escuela, aprendiendo distintos modos de matar a un Renegado." "¿Por qué?" La herida era tan reciente que su vista pudo ser salvada. Liam fue inmediatamente condenado por Lancelot. "¿Por qué?" "¿Por qué?" "¡¿Por qué?!" A Arnold se le prohibió el acceso a su hogar. Los guardias de la ciudad rodeaban por completo el edificio donde había vivido durante 5 años. Dos camillas salieron por la puerta.
- Arnold, tarde o temprano descubrirás lo que ha pasado. Nunca dejes que esa ira te controle. - Le dijo su abuelo en su lecho de muerte. Su voz se iba apagando lentamente.
No lloró, su cuerpo volvió a bloquearse. "¿Por qué?" "¡¿Por qué?!". Al año siguiente, Amelia Callaghan llegó al mundo. Lancelot y Sarah habían establecido matrimonio.
Hacía algunos años de la Rebelión de la Puerta del Norte. A los 16 años, Arnold ya tenía un gran repertorio de clientes. Trabajar el cuero era un sinónimo del apellido Sullivan. Desde el incidente, Arnold mostraba dos personalidades: la primera, un adolescente solitario y reservado; la segunda, el mercader más simpático de toda la Plaza. Solo Ona, una husky que heredó de su abuelo, conseguía entablar conversación con él. No eran conversaciones muy fructíferas. Los rumores acerca de que unas bestias feroces merodeaban las calles estaban en boca de los más astutos. Algunos hablaban de Alpha Prime. Arnold se aprovechó de esos rumores para vender armaduras de cuero. "¿Quién demonios se cree esos cuentos de hadas? El tío que ha aumentado mis números de ventas fue sellado hace miles de años por el druida más poderoso de Azeroth".
Tras una inusual noche de poca clientela, Arnold cerró solo la tienda. Su madre y su abuela parecían estar pensando en un plan de jubilación. Era tarde, por las calles apenas pasaba algún que otro borracho pidiendo limosna. El silencio era el gran protagonista de la noche. En un abrir y cerrar de ojos, Arnold perdió de vista a Ona. La encontró en un pequeño callejón por los fuertes aullidos que producía. Ona mostraba un comportamiento inusual. Los aullidos se convirtieron en gruñidos. Arnold no reconocía la actitud de Ona, nunca la había escuchado gruñir. Las señas de Ona con el hocico dirigieron la mirada de Arnold hacia un rincón donde no llegaba la luz. Al acercarse, ambos presenciaron a un huargen devorando una gran alimaña. Los gruñidos de Ona alertaron al huargen.
El huargen los atacó de inmediato. Era de noche, tarde y llovía. La soledad del pequeño callejón hacía imposible pedir ayuda. El combate no tardó en ser completamente dominado por el huargen. Ona, tras una orden directa de Arnold, se alejó del combate. Arnold yacía en el suelo. Ni él mismo se creía como podía estar resistiendo. "Vive, sobrevive". El huargen cayó antes de que pudiese lanzar la ofensiva final. El sonido de varios disparos rebotaron por las paredes. Arnold se giró, conmocionado. El ruido provocado por el estallido de la pólvora dejó un leve zumbido en su oído. La silueta de Ona empezó a reflejarse. Detrás de ella apareció una segunda silueta; Lancelot aún mantenía su dedo presionado en el gatillo.
Los rumores eran ciertos. Los ataques de los huargen empezaron en masa. Gilneas fue conquistada por Alpha Prime. El gran terremoto producido por el Cataclismo de Alamuerte hizo desaparecer a la mitad del reino. El pueblo gilneano, destrozado, se refugió en Refugio del Ocaso. Habían perdido. Durante la huida, las caravanas de las familias Sullivan y Callaghan volcaron. Los terremotos sacudían la tierra con violencia. Lancelot y Sarah trataron de distraer a los huargens, quienes rodeaban las destrozadas caravanas. Lancelot era muy diestro con el sable, pero no era suficiente. En un acto de sacrificio, Lancelot y Sarah hicieron de cebo. Arnold cargó a la pequeña Amelia a su espalda. Amelia no paraba de gritar. Las figuras de Lancelot y Sarah desaparecieron en el mar de niebla que cubría el lugar. Amelia, Ona y Arnold estaban solos, rodeados de bestias que los miraban como si ambos fuesen su cena.
Un renegado salió de entre las sombras. Arnold rápidamente sacó su pistola y su estoque. Amelia cubría sus posiciones con muros de hielo. Ese parecía su final. Pero esos muchachos no se irían de este mundo sin pelear. Amelia agotaba ineficazmente sus reservas de maná. Arnold lanzaba estocadas sin dirección, solo acertaba con su pistola.
- Arend... El renegado no nos ataca... - Dijo la dulce y cansada voz de Amelia.
Arnold no se percató hasta que Amelia lo mencionó. Las bolas de fuego de Amelia eran cada vez menos eficaces. La munición de Arnold hacía varios minutos que se había agotado. Ona estaba agotada. Estaban a punto de ser derrotados. El renegado se colocó delante de ellos. Arnold lanzó una estocada hacia su podrido pecho, pero el renegado ni se inmutó. Parecía que los estaba protegiendo.
- Sobrevive... Arnold. - Esas fueron las últimas palabras que Arnold escuchó de su padre.
Arnold apenas recordaba lo que pasó. Se despertó a punto de ser ejecutado. Se miró las manos. Se sentía más alto, más fuerte... Más agresivo. Más peludo. El Muro de Cringris había sido derrumbado por el Cataclismo. Los Renegados, quienes habían permanecido en conflicto con Gilneas desde más de una década, se aprovecharon de la situación para lanzar su tan ansiada ofensiva. Los gilneanos habían perdido. Krennan Aranas, el alquimista real, apareció con un brebaje para los huargens que iban a ser ejecutados. Era un poción que permitía calmar a la bestia interior durante un tiempo limitado. Arnold no conseguía ver ningún rostro familiar. Pero podía oler el difuminado perfume de Amelia. Sentía una sed de sangre inusual, sus pensamientos estaban llenos de ira. Los huargen gilneanos fueron liberados. "¿Hemos perdido?" Arnold se abrió paso hasta lo quedaba de la Costa de Gilneas, llevándose a cuantos más renegados pudo, y de la forma más cruel y feroz que se le ocurrió. Lo único que le hacía diferenciar entre aliados de enemigos era la poción.
Los elfos nocturnos irrumpieron en el Faro de Gilneas, llevándose a la población superviviente hacia Monte Negro. Allí pasaron por un ritual que prometía controlar a la bestia interior de forma permanente. Y poder recuperar su forma humana. Arnold entró bajo las raíces de Tal'doren. Su mayor temor era él mismo, sentía miedo de lo que se había convertido. Allí se encontró junto a sus seres más queridos. "Nunca dejes que esa ira te controle." Tras superar el ritual, los gilneanos decidieron tomar lo que horas antes fue su capital. Ganaron la Batalla por Gilneas, pero el coste fue demasiado alto. Nunca más podrían volver a casa.
4 años después de lo sucedido durante el Cataclismo, el pueblo de Gilneas era uno más de la Alianza: ver gilneanos por Ventormenta era un hecho más común de lo que uno podría haber llegado a pensar en la Segunda Guerra. La familia de Arnold fue a parar a Villadorada, ubicada en el Bosque de Elwynn. A los 20 años, Arnold decidió emprender aventuras. Quería ir a ver el mundo había tras la muralla.
- Al final Crowley no estaba tan equivocado. - dijo Arnold con una sonrisa mientras miraba a sus padres Lealistas. Era la primera vez que Arnold sonreía en 15 años.
Actualidad[]
Tras un breve, pero intenso tiempo como mercenario, ha podido viajar por los rincones más escondidos de Azeroth. También ha luchado contra el Aquelarre en Drustvar, tarea que realiza de vez en cuando cuando está de paso por Kul Tiras.
Actualmente pertenece a un pequeño grupo de élite del ejército de la Alianza hasta que la Horda sea erradicada de Azeroth. También ha desarrollado un especial interés por la ingeniería.
Apariencia[]
- Forma humana:
De altura y complexión estándar para un humano, muestra un rostro con unos rasgos cuadrados heredados de su abuelo. Su color de pelo está entre la delgada línea que separa el castaño claro con el rubio oscuro. Sus ojos son azules, con tonos grisáceos que le dan un toque de brillantez. Su piel es pálida, con un ligero toque rosado heredado de su madre. Muestra algunas pecas, pero son casi inapreciables. Una ligera -pero visible- cicatriz recorre su ceja izquierda de forma vertical. En muy pocas ocasiones se le verá con atuendos de lujo dignos de la más alta nobleza. Tiene un acento gilneano muy marcado.
- Forma huargen:
Su altura y peso aumentan un 30% y un 130% respectivamente. Su pelaje se vuelve frondoso y suave, muy agradable al tacto. Dicho pelaje obtiene un tono grisáceo, dejando entrever algún que otro pelo completamente blanco. Sus ojos adoptan un color turquesa brillante, manteniendo la cicatriz de su ceja izquierda.
Carácter[]
Orgulloso, marca de la casa de todo gilneano. En muy pocas ocasiones hablará de política, aunque se aferra más al bando Lealista. A veces se le puede tachar de sobreprotector con su seres y objetos más queridos, llegando a ser muy cabezota según la ocasión. O eres muy amigo de él, o eres muy enemigo de él; no tiene punto medio. Odia la magia en cualquiera de sus facetas, siendo el druidismo la única excepción.
Familiares[]
- Ona: Mascota †
- Raven: Mascota de combate
- Lancelot Callaghan (Huargen): Padrastro
- Sarah Sullivan: Madre
- Amelia Callaghan (Huargen): Hermana
- Liam Murphy: Padre †
- Karina Jensen: Amiga
- Kiskia Lanzahielo: Amiga
- Némeris Adler: Mejor amiga / expareja - desaparecida
- Frederick Jurgenson: Amigo
- Fenzi Cantoniebla: Amiga
- Rossana Tyler: Exjefa / Amiga (en el fondo)
- Elizabeth "Liz": Amiga