Ámber Di Vicenzzo
| |
---|---|
Información del personaje | |
Servidor | Los Errantes |
Género | Femenino |
Raza | Humana |
Edad | 25 años |
Clase | Mercenaria |
Alineamiento | Caótico Neutral |
Ocupación | Mercenaria |
Lugar de nacimiento | Lordaeron |
Residencia | Villa del Lago |
Afiliación | La Alianza |
Estado | Viva |
Familia Di Vicenzzo[]
En la pretérita y nutrida ciudad de Lordaeron, existía una familia de casta noble y honor semi-regio conocida como los Di Vicenzzo.
Los Di Vicenzzo inmiscuían sus labores principalmente al control de un comercio basado en el usufructo de su patrimonio y a la administración y regencia de una política campesina bajo su mandato. Vivian pues a base de negociaciones, tratados de la casa y de la política de la misma con el resto de casas nobles de la ciudad. Sin embargo, los Di Vicenzzo preferían no ser jamás foco de atención alguno, pues la prepotencia y el hecho de convertirse en un foco de atención, no les convendría para algunos negocios no tan pulcros como otros. Así que principalmente, su función se asemejaba a cualquier conducta basada en la neutralidad conjunto a la ciudad.
Tras una larga generación familiar, todo el patronato de los Di Vicenzzo quedó relegado en manos del único heredero conocido, cuyo nombre era Roldán Di Vicenzzo. Su madre había muerto dando a luz al que sería su primogénito, y su padre pareció no vislumbrar la idea de contraer matrimonio nuevamente. Por lo que una larga generación parecía temer perderse con el joven Roldán. Pero por fortuna, Roldán se desposó a la edad de 20 años.
Con la finalidad de conservar el patrimonio de la casa, y encargándose de las mismas tareas que todos sus antepasados habían llevado a cabo con anterioridad, Roldán decidió unir su destino con una de las campesinas que trataban algunas tierras pertenecientes a su familia. La afortunada fue una mujer algo deshilachada y austera conocida por el nombre de Bettie. Bettie servia en un principio como campesina, tratando de mantener la tierra de sus señores junto con el resto de su familia, que había emigrado a Lordaeron en busca de trabajo. Fue así como conoció al hijo de la casa, con el que con el tiempo entabló mayor amistad.
Hasta que, esa amistad que en un principio fue una amistad de niños, pasó a ser algo más cuando ambos alcanzaron la mayoría de edad y un cierto atisbo de madurez. Bettie, tras desposarse con Roldán Di Vicenzzo, tomó también el apellido de la familia y pasó a vivir entre las comodidades y lujos de una casa noble, dejando la hoz y la siega a manos de aquellos menos afortunados.
Bettie y Roldán tuvieron una vida aparentemente tranquila. Vivían en una gran casa a las afueras de la Gran Capital, alejados del bullucio y de las falsedades e hipocresia de algunas casas nobles lordanesas.
Con el paso del tiempo, engendraron también su propia descendencia. Tuvieron tres hijos: Estuardo Di Vicenzzo, Ámber Di Vicenzzo y Martinna Di Vicenzzo.
Estuardo era el mayor, el cual fue instruido intensivamente en las labores políticas al igual que su padre desde la más tierna de las edades. A los 5 años de su nacimiento, su hermana Ámber llegaba al mundo. Amber en cambio, conoció una actitud pulcra, fina y recatada como futura dama de la casa. Y tan solo dos años después, su pequeña hermana, Martinna, vería la luz de un nuevo día.
En un principio, la familia tenía labrada para sí un futuro próximo. Las negociaciones iban viento en popa. El servicio que atendía la casa era cada vez más abundante, y los herederos Di Vicenzzo se instruían en unas calidades inmejorables.
Pero la sombra, por desgraica, cayó sobre la familia. Ocurrió que el señor de la casa, Roldán, marchó hasta la Gran Capital para buscar el favor de algunas casas nobles que se unieran a su causa para generar un comercio de mayor ende por las tierras del Sur, al igual que una exportación del campesinado excedente que ya apenas podía ocupar más de sus propias tierras por la gran superioridad numérica del colectivo. Apenas que Roldán marchó hacia la ciudad, llegaron oscuras noticias a la morada, pertenecientes a la plaga que acababa de inundar y tomar como un virus la ciudad.
Asustada y consciente del paradero de su esposo, Bettie decidió coger algunas cosas de valor de su casa y marchar con sus hijos y parte del servicio hacia el sur, concretamente a la Villa del Lago.
Como era de esperar, Roldán jamás volvió. Probablemente, víctima de los renegados y de la plaga.
Una vez en la Villa del Lago, la familia se vió con las manos vacías. No solo su patronato se había perdido y había sido por ende, tomado. Sino todas sus pertenencias y todo el legado que con tanto esfuerzo había sido labrado con los años.
La Villa del Lago era la residencia de una tia de Bettie, tia abuela de los herederos Di Vicenzzo. No le agradó demasido que su sobrina volviera con el rabo entre las piernas a pedir cobijo, después de que esta entrase en una familia de casta noble y olvidase sus raíces. Pero la noticia de que su esposo y de las pérdidas de lo que habían sido los más felices años de su vida llegaran a sus oídos, le sobrecogió en parte. Sobre todo, por el hecho de que sus sobrinos-nietos carecían de culpa o incluso, razón alguna ante la situación que les acaecía.
Es por ello, que todo lo que quedó de los Di Vicenzzo, fueron dos caballos, algunos ropajes, y varias joyas carentes ya de valor. Así pues, Estuardo, Ámber y Martinne tuvieron que dedicar su vida, a una vida de austeridad y humildad. De trabajo y de esfuerzo.
Estuardo, el hijo mayor, tenía por entonces 20 años. Ámber, la segunda, 15. Y la pequeña Martinna, solo 13. Bettie trato de enseñar a sus hijas a cuidar los tejidos, a recolectar lino, y a tejer lana. Mientras su primogénito se dedicaba a las labores de la pesca con el resto de pueblerinos.
Ámber Di Vicenzzo[]
Pese a que su infancia estaba transcurriendo en la Villa del Lago, Ámber no vivió realmente épocas de paz. La Villa del Lago era asediada en multitud de ocasiones por algunos Orcos Roca Negra, Murlocs e incluso Gnolls.
La necesidad constante de Mercenarios por falta de efectivos se hacía notable cada vez que los habitantes de la Villa del Lago sufrían estos ataques. Por lo que Ámber, comenzó a interesarse por las armas cada vez con más frecuencia. Algunos jóvenes muchachos se unían a esas filas mercenarias en las que les enseñaban el manejo de las armas y de la defensa personal. Y uno de esos jóvenes, fue Estuardo. Estuardo tenía ya 20 años. Había vivido el fallecimiento de su padre, la pérdida de sus bienes y su orgullo tan aférrimo se imbutía en su ser con una temerosa sed de venganza hacia su legado.
Ámber en cambio no. Ella aspiraba a una vida codiciosa. A unos bienes y a una fortuna. Aunque esta fortuna fuera efímera. Y también quiso tomar parte de esta nueva etapa.
Como era de esperar, la madre de ambos se opuso a que la joven chica siguiera el mismo camino que su hermano. Aún con alardes de grandeza (una grandeza ya obviamente inexistente desde hacía ya años), quería que su hija siguiera nutriéndose en la lectura, en la música, en las artes, en las reglas y códigos de conducta de una mujer noble. Pero todo ello no era más que humo, pues los Di Vicenzzo eran una casa ya muerta desde que la plaga asestó Lordaeron. Ahora volvían a ser campesinos y parias de la tierra, y probablemente tanto Ámber como Martinna acabarían siendo simples pueblerinas, campesinas y tejedoras hasta que contrayeran matrimonio y simplemente fueran amas de casa.
Estuardo, que a pesar de su orgullo sentía cierta compasión por su hermana pequeña, trató de interceder por ella ante su madre. Intentó tocar su fibra alegando que su hermana era débil. Que era una mujer en un mundo de hombres y fieras. Y que debía de saber defenderse y ganarse el pan antes de que los lobos se lo comieran. Por lo que, no muy acorde a su voluntad, la madre de la niña, la cual solo tenía 15 años, accedió a que en esas avanzadas y visitas mercenarias que la villa recibía, la niña tomase parte.
Martinna en cambio aún era pequeña, y no hacía gran cosa por que su situación cambiara. Parecía que prefería una vida acomodada y tranquila, lejos de las armas, de la política, de las negociaciones y de, en definitiva, la muerte. Al menos, eso de momento.
Por ello, Estuardo y Ámber se unieron a un grupo mercenario que les instruyó y enseñó el manejo de las armas. Quizás no era demasiada buena compañía, un grupo de adultos borrachuzos, interesados y materialistas mercenarios, pues algunos de estos valores se inculcaron en tan esponjosas e infantiles mentes.
Estuardo creció y marchó con el paso de los años con una avanzadilla mercenaria que se dedicaba a ajusticiar culpables y ex-convictos. Dedicando por entero su vida a ser un caza-recompensas bastante mortífero.
Ámber, sin embargo, se dedicó a coexistir entre la Villa del Lago (lugar donde vivió su infancia) y alrededores, ganándose la vida con su acero y con las habilidades que paso a paso, fue mejorando con los años. Se dedicaba a cazar animales peligrosos, a refrenar los ataques en su hogar... E incluso a escoltar a algunas familias que requerían de su espada y protección para viajar más allá de Elwynn o de las Montañas Crestagrana.
Se ha visto obligada a hacer cosas que no le han gustado hacer, y a blandir su espada contra gente que normalmente no hubiera necesitado hacerlo en circunstancias normales. Pero aún así, la recompensa por sus acciones ha merecido la pena por su peso en oro.
Hoy, con 25 años de edad, su día a día consiste en buscar encargos que le ayuden a ganarse la vida de la forma que más le gusta, dinero fácil a cambio de su filo.
Apariencia[]
Su voz, aunque femenina, es imponente.
Ámber tiene una piel blanquecina, herencia de su familia. Sin embargo, esta piel se ha oscurecido un poco en los últimos años debido al trabajo de campo que estuvo obligada a desarrollar en su infancia.
Es alta, y su complexión denota un carácter atlético. Tiene unos hermosos ojos verdáceos, acompañados por el son de unos cabellos rojizos y algo desaliñados. Los cabellos no los tiene demasiado largos, suelen entorpecerle en el combate. Por lo que los corta asiduamente para una mejor movilidad.
Su cara asoma algunos piercings por su nariz y orejas, al igual que un pequeño tatuaje tras su cuello en forma de pequeño dragón. Casi no se vislumbra por su pelo.
Viaja ataviada con su escudo y su espada o daga. Al igual que no suele llevar togas o prendas de seda. Intenta viajar protegida y a la vez, cómoda.
Carácter[]
Ámber posee un carácter peculiar.
No suele ser una persona orgullosa, aunque sí algo indiferente a los sentimientos ajenos. Está acostumbrada a la percepción de que su espada y su acero son los que le dan el sustento, y tiene un sentimiento independentista muy arraigado.
Piensa que el dinero es la principal causa de haber vivido una infancia paupérrima, por lo que le da una gran importancia a ello. Considera que cualquier persona tiene un precio,y no es sino el valor de sus habilidades, los que la hacen valiosa.
Suele ser desconfiada por naturaleza, aunque amistosa.